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Comer en familia

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“El hábito de alimentarse va más allá del acto fisiológico necesario para vivir porque los factores emocionales también juegan un papel importantísimo y porque permite desarrollar las capacidades del niño de una manera distendida”, según Rocío Ramos-Paúl, psicóloga educadora de menores conocida por conducir el programa de televisión Supernanny (superniñera) en España, donde ofrece directrices educativas.

Para Ramos-Paúl, autora entre otros del libro Mi hijo no come, “adquirir un buen hábito de alimentación ayudará al pequeño a aprender otras costumbres, porque generará un esquema global de aprendizaje que le servirá para estudiar, a ser constante y a enfrentarse a nuevas situaciones, por ejemplo”.

Esta psicóloga infantil trabaja bajo la premisa de conseguir que el niño crezca feliz y de que, para conseguirlo, todos los pequeños necesitan adquirir hábitos y límites, porque a través de ellos se sienten seguros y protegidos.

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Dar buen ejemplo

“Es muy importante hacer entender a los padres la relación de los niños con la alimentación y conseguir que la hora de la comida sea sinónimo de un buen rato en familia” señala esta experta junto con el psicólogo Luís Torres Cardona, que trabaja con Ramos-Paúl en el centro Biem y, al igual que ella, es docente del máster de Psicología Clínica Infantojuvenil, del Instituto Superior de Estudios Psicológicos, ISEP.

Pregunta.- ¿A qué edades suelen comer mal los niños?

Respuesta.- No es una cuestión de edad. Aprender a comer necesita de la repetición de una rutina que genere un hábito. Esto es, todos los días a la misma hora, en el mismo sitio y de la misma manera. Además requiere que el niño vaya adquiriendo las capacidades necesarias para hacerlo adecuadamente: mantenerse sentado, aceptar la cuchara, introducir sólidos y alimentos nuevos, son algunas de ellas.

P.- ¿Cuáles son los malos hábitos alimenticios más frecuentes que tienen los niños y a qué se deben?

R.- El niño pasa por distintas etapas y en cada una tiene que aprender determinadas cosas. Cuando no lo hace, comienzan las dificultades. Esto es, si ya come purés pero se niega a masticar sólidos, aparece un conflicto. Si decide no incluir alimentos nuevos en su dieta se vuelve selectivo.

P.- ¿Qué ocurre cuando este tipo de actitudes se mantienen en el tiempo?

R.- Nos encontramos con situaciones como las de padres que no van a comer a un restaurante porque su hijo de tres años solo come puré; que no van de excursión con el colegio por lo mismo; o que antes de salir de vacaciones tienen que elegir el lugar de destino en función de si el supermercado cercano tiene el alimento concreto que le gusta al niño. Por supuesto, el recrudecimiento de este tipo de comportamientos aumentan las probabilidades de generar un trastorno alimentario posterior.

P.- ¿Qué deben hacer y evitar los padres para solucionar el problema de que sus hijos coman mal?

R.- En líneas generales, hay que hacer hincapié en la necesidad de que los adultos generen, en torno de la comida, un hábito saludable que facilite la alimentación. Por ejemplo, poniendo el mismo menú para todos, estableciendo un tiempo de comida, no picando entre horas y haciendo de modelo para sus hijos al comer de todo.

También es importante fomentar la convivencia familiar en la comida. Una buena costumbre es responsabilizar a los niños de poner la mesa, hablar de lo que más nos ha gustado del día o permanecer todos sentados desde que se empieza hasta que terminamos de comer.

P.- ¿Y cuándo deberían acudir a un psicólogo los padres de un niño malcomedor?

R.- La necesidad de acudir a un profesional aparece cuándo los padres no saben qué hacer ante las dificultades que presentan sus hijos, o cuando tras varios intentos de solucionarlo no se han producido los cambios esperados.

El ambiente familiar ideal

Los primeros años de la infancia son un periodo crucial en la adquisición de hábitos, como las preferencias por ciertos sabores, la autorregulación de la ingestión de comida y la transmisión de las creencias familiares y culturales sobre la alimentación y la actividad física.

Por ello es fundamental el papel y la influencia de los padres y madres en las futuras actitudes y conductas infantiles, para prevenir así la obesidad en los niños, señalan desde la Fundación THAO y el Instituto DKV de la Vida Saludable que ha realizado I Estudio del ambiente durante la hora de la comida en la infancia.

Esta investigación observó el comportamiento alrededor de la comida, a mediodía y durante la cena, de medio centenar de familias, con hijos de 3 a 7 años, para conocer las estrategias que utilizan los padres para influir en el comportamiento de sus hijos mientras comen y la consiguiente respuesta de los niños y niñas.

Se comprobó que en las situaciones en las que predomina una dinámica de conversación, que incorpora el gusto por comer y probar alimentos, el ambiente de la comida es más satisfactorio.

Además, comer en familia, con tiempo, compartiendo experiencias, ofrece la posibilidad de que el pequeño pueda estar atento a sus propios gustos, experiencias sensoriales, logros, sensaciones de hambre y saciedad, etc., creando un ambiente familiar agradable y positivo, según este estudio.

De acuerdo con este trabajo, una mayor duración de la comida (entre al menos 20 minutos y una hora) suele corresponder a familias con una mayor interacción con los hijos a la hora de la comida y un ambiente positivo de conversación centrada en las actividades de los hijos e hijas, lo que representa un contexto más favorable.

Los pequeños necesitan su tiempo para comer y que se respete su propio ritmo, como condición básica para que la comida pueda representar un aprendizaje positivo, tanto sensorial de nuevos sabores, aromas y texturas, como sobre todo de tipo relacional, según el estudio de THAO y DKV.

De acuerdo con este trabajo, en las situaciones en que no hay elementos de distracción en la mesa, como juguetes, televisión y aparatos electrónicos como el teléfono móvil o la tableta electrónica y los padres y madres interactúan con sus hijos, interesándose y conversando con ellos, los pequeños se distraen menos y se centran en la comida y en la relación.

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