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La política del miedo terminará beneficiando a inmigrantes

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En lugar de echarse para atrás, Donald Trump se está echando para adelante.

Sus comentarios sobre los inmigrantes mexicanos, de que eran criminales y violadores, fueron tan solo el punto de lanza de una campaña dirigida a los “enojados” en esta sociedad, los que viven con miedo y temor, convencidos que el mundo que conocen está por terminarse. Son los que quieren regresar a todos los inmigrantes a México, los que quieren deshacer a la sociedad de homosexuales, los que sugieren explotar una bomba nuclear en el oriente medio para terminar con “todos” los terroristas.

Cuando se dio a conocer la trágica noticia de que un inmigrante ilegal en San Francisco mató a una joven anglosajona, el mensaje de miedo de Trump resonó aún más en la mente de estas personas. El asesino había sido deportado varias veces a México, y ciertamente era un criminal, justo lo que Trump venía diciendo.

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Trump llevó su mensaje de miedo a un nuevo nivel durante un discurso frente a unas cuatro mil personas en Arizona. En uno de los momentos clave del discurso, donde nuevamente habló sobre la conspiración de que el gobierno de México manda lo peor de su gente a Estados Unidos, el político bombástico invitó a un señor al podio para que hablara sobre su hijo, quien fue asesinado a tiros por un inmigrante ilegal.

Fue un ejemplo que encajaba perfectamente bien con su narrativa de que el problema de la inmigración ilegal está fuera de control, que necesitamos un muro en la frontera con México, y que el país debe unirse bajo esta causa.

Sin embargo, Trump llegó unos 10 años tarde a la fiesta.

Hoy en día la inmigración ilegal proveniente de México está bajo control, las deportaciones están a niveles récord, y cientos de miles de inmigrantes ilegales jóvenes tienen permiso para integrarse a la sociedad gracias a la ley de los Dreamers. La administración de Obama tiene pendiente órdenes ejecutivas para reintegrar a millones más, y a nivel social, hay una mayor aceptación de los latinos a nivel nacional. La reacción corporativa hacia Trump es un ejemplo de ello.

En otras palabras, el país está cerca si no es que listo para recibir a los inmigrantes ilegales, de la misma forma que el país estaba cerca si no es que listo en los últimos años para aceptar el matrimonio entre homosexuales.

Solo es cuestión de tiempo.

Todo esto invita a pensar que los comentarios de Trump, por más ofensivos e inciertos que parezcan, terminarán favoreciendo la aceptación de una eventual reforma migratoria tanto a nivel social como político. Trump ha llevado el tema a tal extremo que es como si hubiera marcado una línea en la arena, en donde por un lado está el grupo pequeño pero ruidoso de los enojados, y por el otro está la gente razonable. Tu punto de vista en términos de la inmigración ilegal bien pudiera definirse de dos maneras: si estás de acuerdo con Trump o si estás en desacuerdo con él.

Por fortuna, la mayoría del electorado estadounidense rechaza puntos de vista extremos.

La mala imagen que todo esto ha generado para los republicanos, que dependen en parte del electorado latino para ganar las elecciones presidenciales de 2016, va a presionarlos a separarse de Trump y a tomar medidas para acercarse a los hispanos. Quizás no se vea tanto durante las elecciones primarias, pero una vez que se defina el candidato republicano, el fantasma de Trump seguirá regresando en la forma de preguntas en los debates y las malas percepciones que dejará en la mente de muchos electores latinos.

Para entonces Trump estará derrotado políticamente, encerrado en una de sus mansiones, caminando con nervios de lado a lado de su lujosa oficina, mientras su contador saca las cuentas de las pérdidas multimillonarias de su imperio empresarial causadas por hablar mal de los inmigrantes. Trump tendrá una lista grande de personas y corporaciones que se negarán a hacer negocio con él.

Si yo fuera Trump, eso me daría mucho miedo.

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