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Conviven con niños refugiados

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Los rostros de guerra son visibles en City Heights. Por sus aceras desfila a diario una diversidad de cultura asiática y africana, principalmente. Las miradas de los niños refugiados muestran el pasado de terror y crueldad que los obligó, junto con sus familias, a huir de sus países nativos.

Pocos extienden una mano, pero el doctor de la Universidad de California en San Diego (UCSD), Robert Lee, es uno de ellos. Lleva seis años de voluntario en la organización San Diego Refugee Tutoring. “Comencé los martes durante el ciclo escolar, apoyando con tareas, inglés básico y fundamentos de matemáticas, también con atención médica si lo requerían”, dijo el médico general de 37 años.

Los refugiados son inmigrantes que el gobierno recibe tras persecuciones en sus naciones por motivos de raza, religión, opiniones políticas o por pertenecer a un determinado grupo social.

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De acuerdo con el Departamento de Seguro Social (DSS), en el año fiscal del 2015 que inició el pasado 1 de octubre, este país recibió hasta el pasado 31 de mayo, a 36 144 refugiados, de los que 1163 llegaron a San Diego.

“Algunos de los recién llegados ya tenían parientes refugiados aquí, por ejemplo una familia se reunió y ahora viven 11 personas en un departamento de una sola recámara”, contó Lee.

Recientemente, Lee y otros voluntarios convivieron con unos 15 niños refugiados en el Parque Colina del Sol de City Heights. “En vacaciones organizamos eventos junto a otras organizaciones que desean donar”, dijo Lee quien coordinó junto a la iglesia presbiteriana Redeemer, una convivencia para familias refugiadas a la cual llegaron solo niños.

Un poco de felicidad

Les llevaron patinetas, papalotes, material para dibujar, sandwiches, botanas, fruta, refrescos y les organizaron actividades recreativas. “Sea época de clases o no, organizamos actividades los fines de semana; por alguna razón, pocos padres salen con sus hijos, al parque por ejemplo”, dijo Yong Kim de 48 años, hijo de inmigrantes coreanos.

Kim dice que estos niños refugiados le recuerdan su niñez. “Llegué a este país a los nueve años sin hablar inglés”, contó Kim, un egresado de economía de la UCSD y quien tiene cuatro años de donar su tiempo en San Diego Refugee Tutoring.

Kim y Lee son muy respetados por los niños, y el sentimiento es mutuo. A la hora del almuerzo, los niños refugiados se sentaron en círculos a comer y a platicar entre ellos, menos Habon Hassan de 14 años, una refugiada de Somalia quien ese día estaba en ayuno. De pie, ella se limitó a ver comer a sus compañeros pero Lee le llevó una silla. “Es una buena niña, es la mayor de cinco hijos y es el ejemplo de su casa, llevan aquí varios años; en ocasiones llega con sus hermanos a las clases de tutoría y con su hermanito menor en las piernas, también recibe apoyo académico”, contó Lee.

Por su parte, la profesora Kimberly Kim quien también apoya a estos niños, dice que algunos llegan sin saber cómo se agarra un lápiz mientras que otros muestran demasiada timidez. “El tiempo los ayuda en su adaptación”, comentó Kim, quien lo mismo que Lee, ocasionalmente invitan a comer a sus casas a familias refugiadas.

“No se trata de ganar miembros para nuestra iglesia, tratamos de ayudar, estos niños más que otra cosa, necesitan cariño”, dijo Jonathan Kerhoulas, un pastor de Redeemer y quien llevó a su esposa e hijos a convivir con niños refugiados.

Si lo desea, puede donar o conocer más sobre este programa en:

sdrefugeetutoring.com

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